jueves, 5 de noviembre de 2015

EL VIAJE


EL VIAJE



Como todos los fines de semana me dirigía a casa a visitar a mis dos hijas.


Luego de una semana agitada en la vereda, las carreras al pueblo, la preparación de clases y la lidia con mi compañera de trabajo, sólo quería, como todos los sábados, llegar a casa y descansar.
Pero no se imagina lo que me sucedió esa vez. ¡Hay mija! ¡Pensé que no llegaría!



María-mi compañera de trabajo- y yo, estábamos esperando el bus en la parada de Santa Rosa como a las 5 de la tarde, luego de las clases. Mientras le marcaba de mi celular a Andrés, nos paró un bus y no pude guardar mi teléfono, así que cuando nos subimos yo lo tenía en la mano, y por si fuera poco no había asientos libres. Pero el ayudante del chofer nos dijo que en un ratico, se desocupaban algunos puestos. Mientras, mi compañera se acomodó al lado del chofer, quedando de frente a los demás pasajeros.

Yo quedé de pie, sosteniéndome lo que mejor pude. Pero luego de un minutico escuché a un señor que iba en la parte de atrás que me dijo “venga mi señora, siéntese aquí”. Y pues, yo al ver que ya se había parado del último puesto de la izquierda y se había acomodado en ese murito que queda atrás en medio de los asientos, ni modo, me senté.

Pero ¡hay! Impresión la que me llevo cuando ESE olor, como a sudor…no sé, me dieron unas ganas de vomitar tremendas, pero qué más hacía, me tocaba aguantar, y cuando me fijé bien en el tipo este que me cedió el puesto, me dio la impresión de que era como un desechable.

Estaba sucio, con ese pelo enredado y sucio, estaba vestido todo de negro y con unas botas grandísimas, las manos descuidadas y un bolsito todo roído. ¡Hay no!, lo primero que pensé fue ¡Dios, éste señor me va a robar!


Entonces guardé el celular (que poquito lo quería yo. Que me lo habían dado mis hijas en el cumpleaños). Es que claro, como era grande, delgadito y vistoso. ¡Jum! Yo sólo pensaba “Que Andrés no me llame, que Andrés no me llame” porque no importara que vibrara; yo no lo iba a sacar, no pensaba arriesgarme.


Resultado de imagen para celular antiguoEntonces, conteniendo la respiración lo más que podía y rezando para que nada me pasara, miraba de vez en cuando por el rabillo del ojo al tipo ese. Como estaba  mi lado y un poquito más alto, me daba un susto de que me pusiera una navaja en la cintura. Y en una de esas vi que sacó el celular, el de él. Una carcacita chiquitita, viejita. 



Mayor razón tenía yo para desconfiar. Y ahí sí pensaba de todo-“Pues si éste me amenaza, que más hago yo, me tocará darle lo que tengo, prefiero llegar enterita a casa, con mis niñas que no llegar”-.
¡Hay mi niña! Como es la gente ¿no?,  es que uno siempre piensa lo peor. Pero qué más podía pensar uno de una persona como esa. Uno puede ser muy trabajador y todo, pero ante todo la limpieza personal, porque parecía que no se había bañado en semanas el tipo ése.


La cosa es que no fue sino que se bajara una pareja que ocupaba unos asientos más adelante, en unas partidas, y yo que me levanto y me aplasto allá con mi compañera, que venía mareada por darle la espalda a la carretera.




Cuando fuimos llegando a Medellín, yo que siempre me bajo en Niquía para coger puesto en el metro. Ahí sí la pensé. “Si esté señor se baja aquí, me tocará irme hasta la terminal”- pensaba yo-. Entonces, miré de reojo y al ver que el muchacho ni se inmutaba… las que se levantan y pegan en carrera.



Me bajé con el corazón a mil, incluso en el metro ya venía como con ansias. ¿Acaso no queda uno como con una cosa?, como una sensación de que no ha pasado todavía, un sustico todo maluco que, en esa ocasión no se me pasó sino hasta cuando estuve en casa como todos los fines de semana, a descansar con mis hijas.




POR: LalaFranko

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