EL ENCUENTRO
Alex despertó mareado, con la única protección de un gran
roble que lo protegía de los fuertes vientos del sur.
No sabía qué le pasaba, ni cómo llegó a ese sitio, y no
reconocía nada a su alrededor que le diera pistas de dónde se encontraba. Jamás
había estado en algún bosque.
A lo lejos vio acercarse una silueta. Alguien por esos
lugares, le pareció extraño. “¿quién podría vivir por aquí?”, pero reconocía
por lo menos, que sentía alivio al encontrarse a alguien.
Aquella silueta que
se acercaba lentamente pasó de ser sólo una mancha negra a un hombre alto y
corpulento, por lo que Alex corrió a esconderse tras el roble aquel que lo
protegía.
Aquel hombre que pasaba, era bigotudo y arrugado, apariencia
que no contrastaba con su talla.
Pensaba Alex dudoso de si salir a su paso o aguardar escondido, -“no puedo quedarme aquí, está muy sólo y tal
vez sea la única persona que pase por este bosque, pero si salgo…no lo conozco
y…”-Alex escuchó a aquel hombre que estaba ya de pie al lado del roble-“oye,
muchacho, ¿qué haces por estos lugares?”-entonces, saliendo tímidamente del
otro lado del roble contestó Alex: “disculpe, no quiero molestar, pero… ¿puede
decirme dónde estoy?”, -“¿qué dónde estás?...ahhh!! Ya! mira, muchacho, será
mejor que te alejes, no quieres meterte en problemas”- “pero si no sé…bueno, no
recuerdo señor…”-“llámame Juan Antonio”-dijo este acomodando su gastado
sombrero marrón,- “disculpa”-dijo Alex-“¿qué día es hoy?”,-“miércoles
muchachito. Y veo que estás muy perdido ¿qué te han hecho?”, -“¿a mí? ¿Cómo
así…?”-dijo Alex mientras sonaba su estómago-“tendrás hambre”- lo interrumpió
Juan Antonio mientras se acercaba y se recostaba en el roble, “siéntate
muchacho, tengo algo”. Sacó de su gastado bolso marrón un recipiente redondo y
un termo metálico.
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Un aroma frutal se desprendió del recipiente cuando Juan
Antonio lo abrió. “¡Hhmm! ¡frambuesa!”-pensó Alex-“sí”-dijo Juan Antonio-. Alex
miró consternado, pero ante tal delicia solo declaró: “tarta de frambuesa, mi
favorita”, -“la mía también”-susurró Antonio-“y leche tibia”. Alex miró
extrañado, y por un momento ese señor que le pasaba un trozo de tarta y un vaso
de leche, se le hizo familiar; ¿quién más disfrutaba de una tarta de frambuesa
y leche tibia como él?
“Juan Antonio, ¿puedo saber dónde estamos?”- “mira
muchachito, ya estás aquí, digamos que estás… ¿qué lugar te gusta
más?”-“Guadalajara es muy lindo”-bueno, haz que estás allí, a pesar del
paisaje… aunque México no es común”, esto último fue casi un susurro.
Alex
quedó pensativo mientras terminaban de comer, pues no quería molestar a Juan
Antonio, que se mostraba molesto con tantas preguntas. Además, quería disfrutar
aquella tarta casi recién hecha y calmar su ruidoso estómago.
Al terminar, Juan Antonio se levantó en silencio y Alex lo imitó diciendo: “gracias señor,
estaba deliciosa” - ¿puedo saber hacia dónde se dirige?”,- “a encontrarme con
otro Alex”-dijo Juan Antonio con una voz cambiada mientras acomodaba su
sombrero. Y continuó su camino.
Alex quedó allí, sin saber qué hacer, se recostó un rato en
el roble, a despejar su mente…mientras se quedaba dormido recordaba a una niña,
rubia, pequeña, con hermosos ojos verdes y un vestido que combinaba con las
hojas de aquel roble. ”E… ¿Emi?... ¿Emiliana? ¿Qué quieres?” dice en voz baja.
Y lo último que ve es el rostro de porcelana de su hija, mientras se quiebra.
POR: LalaFranko