LAZOS
A sus 6 años Laura Franco cursaba segundo, y Camila, su
hermana, estaba en primer grado en la
Normal Superior de San Roque. San Roque, un pequeño pueblo en el que vivió gran
parte de su niñez y que poco le gustaba a la pequeña Laura.
Como
acostumbraban los días de estudio, Ruth, la madre de las pequeñas, las levantaba
a las 6 de la mañana. Mientras hacía el chocolate y planchaba los uniformes,
Laura y Camila se bañaban, vestían, se ponían crema y perfume, y su madre las
peinaba con las trenzas que a Camila tanto le gustaban pero que Laura odiaba.
Desayunaban mientras veían caricaturas en el único
televisor de la casa, un “viejo mastodonte”, se cepillaban luego, recibían el
beso de la madre y salían juntas hacia la escuela, cargando el peso de aquellos
bolsos que les llegaban más abajo de sus cinturas.
Grados diferentes,
salones diferentes. Laura llegó a su salón y se sentó en su silla, sacó su
primer cuaderno y se dispuso a recibir la clase, no sin antes hablar con un par
de compañeras.
El día transcurría como siempre, clase, descanso,
actividades, clase, descanso, más clase…pero ésa vez, mientras tomaba la última
clase se escuchó un fuerte sonido. La profesora Ruth salió del aula mientras
todos se quedaban inmóviles en sus sillas y Laura conversaba con una amiga. A
los pocos segundos Ruth, entró al aula indicando a los estudiantes que salieran
deprisa.
Laura recogió sus cuadernos, rápidamente los empacó en su
bolso y al salir, vio una gran nube de humo que salía del otro lado del patio,
del cuarto de deportes.
¡Camila!, fue lo único que pensó. Tenía que encontrarla,
sólo pensaba en ella, en que estuviera bien, a salvo. Laura no siguió las
instrucciones de los profesores-salir de la escuela-, sino que se dirigió al
salón dónde su hermana tomaba clases, (el cual quedaba cerca del incendio) pero
no la encontró; desesperada, buscó en cafeterías, aulas, patios, pero no la
encontró. Ya con los ojos encharcados y un nudo en la garganta se dio cuenta de
que lo único que podía hacer era avisarle a su madre.
Laura se dirigió entonces a la salida y corrió lo que más
pudo con el gran peso de sus libros. Llegó a casa con poca respiración. Sólo le
podía decir a su madre entre sollozos lo sucedido, palabras entrecortadas y en
su memoria sólo su hermana.
La madre salió entonces a buscar a Camila y dejó a la
pequeña Laura en casa con la mente hecha un lío, y pensando en cosas
descabelladas.
Pasaron pocos minutos, pero a aquella niña le pareció
esperar una eternidad. La puerta se abrió y no pudo contenerse al ver a su
hermana entrar de la mano de su madre. El alivio, la alegría, las lágrimas -ya
de felicidad-. Laura corrió a al encuentro de su hermana.
El contacto con
Camila, asegurarse de tenerla a salvo fue de lo más gratificante y ahora que
recuerda, Laura sabe que lo más importante es la protección de aquella niña,
que siempre verá como su chiquilla.
POR: Laura Daniela Franco
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