jueves, 5 de noviembre de 2015

LAZOS


LAZOS


A sus 6 años Laura Franco cursaba segundo, y Camila, su hermana, estaba en primer grado  en la Normal Superior de San Roque. San Roque, un pequeño pueblo en el que vivió gran parte de su niñez y que poco le gustaba a la pequeña Laura.




Desayunaban mientras veían caricaturas en el único televisor de la casa, un “viejo mastodonte”, se cepillaban luego, recibían el beso de la madre y salían juntas hacia la escuela, cargando el peso de aquellos bolsos que les llegaban más abajo de sus cinturas.


Al llegar, cada una tomaba su camino. 
Grados diferentes, salones diferentes. Laura llegó a su salón y se sentó en su silla, sacó su primer cuaderno y se dispuso a recibir la clase, no sin antes hablar con un par de compañeras.


El día transcurría como siempre, clase, descanso, actividades, clase, descanso, más clase…pero ésa vez, mientras tomaba la última clase se escuchó un fuerte sonido. La profesora Ruth salió del aula mientras todos se quedaban inmóviles en sus sillas y Laura conversaba con una amiga. A los pocos segundos Ruth, entró al aula indicando a los estudiantes que salieran deprisa.


Laura recogió sus cuadernos, rápidamente los empacó en su bolso y al salir, vio una gran nube de humo que salía del otro lado del patio, del cuarto de deportes.




¡Camila!, fue lo único que pensó. Tenía que encontrarla, sólo pensaba en ella, en que estuviera bien, a salvo. Laura no siguió las instrucciones de los profesores-salir de la escuela-, sino que se dirigió al salón dónde su hermana tomaba clases, (el cual quedaba cerca del incendio) pero no la encontró; desesperada, buscó en cafeterías, aulas, patios, pero no la encontró. Ya con los ojos encharcados y un nudo en la garganta se dio cuenta de que lo único que podía hacer era avisarle a su madre.



Laura se dirigió entonces a la salida y corrió lo que más pudo con el gran peso de sus libros. Llegó a casa con poca respiración. Sólo le podía decir a su madre entre sollozos lo sucedido, palabras entrecortadas y en su memoria sólo su hermana.


La madre salió entonces a buscar a Camila y dejó a la pequeña Laura en casa con la mente hecha un lío, y pensando en cosas descabelladas.



Pasaron pocos minutos, pero a aquella niña le pareció esperar una eternidad. La puerta se abrió y no pudo contenerse al ver a su hermana entrar de la mano de su madre. El alivio, la alegría, las lágrimas -ya de felicidad-. Laura corrió a al encuentro de su hermana. 



El contacto con Camila, asegurarse de tenerla a salvo fue de lo más gratificante y ahora que recuerda, Laura sabe que lo más importante es la protección de aquella niña, que siempre verá como su chiquilla.





POR: Laura Daniela Franco

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