jueves, 5 de noviembre de 2015

CRÓNICA

LAS FLORES TE ACOMPAÑAN
Son cultivadores de flores. En su mayoría, de Santa Elena y San Cristóbal, que hace varias décadas se instalaron en la Placita de Flórez con hermosos manojos de colores y fragancias de las especies cultivadas en las tierras altas de los sectores oriental y occidental de la ciudad.
Este lugar ubicado en la comuna 10 en el centro de Medellín, fue levantado en 1891 en terrenos donados por el señor Rafael Flórez. Fue conocida como Mercado de Oriente, porque allí llegaban los habitantes de esta región, a través de la vieja carretera a Guarne, vía Santa Elena. Luego fue llamada "Plaza de Buenos Aires", y en 1953 se le dio el nombre que lleva hoy. Después del incendio de la Plaza de Cisneros en 1968 mucho de sus comerciantes se trasladaron y vinieron a parar aquí.

 La plaza de Flórez fue, durante algunos años un cuartel de policía, un circo de toros, escenario de corridas, y hasta un grupo de religiosas instaló un convento en una época…incluso fue una escuela de niñas. Pero en 1955 se inauguró como la primera plaza de mercado cubierta de Colombia, y entonces, podemos encontrar restaurantes, carnicerías, pesquerías, odontologías, salones de belleza, zapatearías, misceláneas, abarrotes, frutas, verduras, hortalizas, plantas medicinales, productos esotéricos, tiendas naturistas y hasta centro médico, y todo esto, rodeado de cantidad de flores que llenan de magia un lugar tan transitado.

Aquí convergen estratos, culturas y personas como Don Braulio, un señor delgado, de apariencia humilde, con un pantalón desgastado, una camisa manchada y un rostro arrugado con un marcado bigote. Lleva 7 años trabajando en la placita, vendiendo plantas medicinales. Desde los seis años comenzó a practicar dicho oficio al ver a un vecino y a su madre curando con las plantas. Ahora vive solo y labora a diario en la placita, “lo que más se vende es el hinojo, que se usa para aumentar defensas y la albahaca, planta aromática que sirve para relajar”.


Don Braulio permanece en el segundo piso de este sector en un horario de 6 de la mañana a 6 de la tarde, trabajando con su compañero que parece ser muy reservado, puesto que permanece en silencio en un extremo del local empacando algunas plantas y sonriendo de vez en cuando, mientras Don Braulio atiende a los clientes.


Los personajes aquí no son escasos y las historias mucho menos, Doña Teresa, es una señora mayor, nacida en Santo Domingo, y que vive en Medellín desde los 13 años. Actualmente, permanece en casa de Yaneth, su hija mayor. Esta mujer, paciente, carismática y abierta al diálogo, evidencia la soledad de la edad, “yo no tengo marido porque él era malo conmigo, me pegaba y era muy tomador, se metía en muchos problemas, entonces yo más bien lo dejé. Él se murió por tomar y tomar”. 


Cuenta su vida como si no tuviese secretos “es que a mí no me gusta decirle mentiras a nadie, para qué la voy yo a engañar. Tengo tres hijos y son del mismo hombre, pero sólo sé de Yaneth, mi hijo vive en Santo Domingo y mi otra hija se metió con un muchacho muy malo, robaba mucho, motos, teléfonos, era un cochino, y hasta estuvo condenado en la cárcel”.


Doña Teresa refleja los años de arduo trabajo. Sufre ahora de diabetes, ha tenido un infarto y perdió algo de movilidad en sus extremidades superiores, por eso, lo único que puede hacer, es sentarse a cuidar de algunas flores, que ni siquiera son de ella, con la esperanza de que le den algo para poder comprar comida o siquiera, poder tomarse un café, pero sin azúcar; ya que el único azúcar que puede agregar, cuesta más de lo que le pagan hasta en los días en que ayuda a descargar mercados.


Se levanta a la hora que puede y sale a trabajar sin siquiera desayunar. Permanece sentada en las escalas de la placita, en un rincón donde puede divisar el corredor en el cual reposan las flores en sus baldes, organizadas por especies. Coral, Capacho, Musaenda, Lirios, Veranera, Margaritas, Anturios y más, perfuman el lugar en el que Doña Teresa permanece casi inmóvil, vigilando pero  ausente de la actividad a su alrededor. 

Parece inmersa en pensamientos y solo se levanta para tomar algo o ayudar a descargar los carros cuando llegan de los pueblos. Hasta que es la hora de irse, al cerrar la plaza a las 6 de la tarde o cuando “el mono” le dice que ya no la necesita más, entonces, vuelve a recorrer las calles de vuelta a su casa, en compañía de la virgen del Carmen, de quien es devota, y donde solo Yaneth aguarda su llegada, la única hija que la acompaña.

La Plaza de Flórez es la única testigo de los esfuerzos de estas personas, de su vida, su historia, sus pensamientos, necesidades y esfuerzos.  ¿Cómo saber que, hoy en día, Doña Teresa se defiende sin saber leer, escribir o hacer las operaciones matemáticas básicas? ¿O que Don Braulio sólo estudió hasta tercero de primaria?

Resulta conmovedor saber que éste lugar se ha convertido en su refugio, que les ha ayudado a sobrevivir en un mundo cambiante, porque aquí las tradiciones permanecen y lo único que los protege son las flores que siempre los acompañan.

POR: LalaFranko



2 comentarios:

  1. Interesante, como tantas vidas transhuman sitios de la ciudad, siendo casi invisibles y a la vez tan protagonistas... la realidad se hace a veces ficción. Buen relato.

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  2. Interesante, como tantas vidas transhuman sitios de la ciudad, siendo casi invisibles y a la vez tan protagonistas... la realidad se hace a veces ficción. Buen relato.

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